domingo, 12 de junio de 2011

Sirena


No, no solía hacer aquello con frecuencia.
Cerró los ojos, reconcentró su paciencia seudoextinguida ya en un solo recuerdo.
Se dio cuenta de que estaba desnudo.
Oía los caballitos de mar, coléricos llamaban, hartos ya de esperarle.
Se adentró, se adentró entre la selva azul y verde de algas sedosas, que ya lo envolvián.
Acariciádolo.
Vio peces de colores y rocas violetas y barcos rosados.
Se dio cuenta de que no llovía, pero estaba empapado.
Y pensó que estaba loco hasta que una sirena cogió su mano.

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